Comentario
El auge obtenido por Oviedo con el programa constructivo de Alfonso II, durante la primera mitad del siglo IX, tuvo su colofón en los edificios levantados en la última década de ese período por Ramiro I en el monte Naranco. Este rey tuvo un gobierno más breve, de sólo ocho años, pero pudo en ese tiempo formar una residencia palaciega de reposo, que forma un contrapunto de la sede regia similar a la de las villae imperiales. Habría allí muchas construcciones, "palatia et balnea" citan las crónicas, pero de todo ello sólo se ha conservado el palacete rústico o belvedere, convertido en iglesia de Santa María, y la parte de los pies de la iglesia palatina de San Miguel de Lillo; junto a ambos monumentos es inevitable colocar la iglesia de Santa Cristina de Lena, son obras de un mismo artista, o de un grupo de constructores y decoradores, al que se debe la introducción de técnicas de construcción y sistemas de ornamentación plenamente originales. Aunque sería imposible pensar que el nuevo arte ramirense es fruto de una creación original, a la que no se le pueden hallar precedentes, el análisis pormenorizado de cada elemento lleva al convencimiento de que en este nuevo programa de arte palatino se reunieron esfuerzos y conocimientos de diversas procedencias bajo la dirección genial de un maestro del que no conocemos antecesores directos ni seguidores.